Reflexionó sobre cómo no hacer que decaiga el espíritu misionero cuando se es minoría.
Se reunió con un millar de sacerdotes y religiosas en la segunda mayor comunidad católica de Tailandia.
Recordó a los niños, niñas y mujeres, expuestos a la prostitución y a la trata; a los jóvenes esclavos de la droga; a los migrantes despojados de su hogar y familias.
Unas 800 bailarinas pusieron el broche de oro a la misa que presidió Francisco en el Estadio Nacional de Bangkok.